Sólo dios sabe

by fakestreet

Se levantó como se había levantado todos los días que llevaba en esa maldita ciudad. Se levanto como te levantas cuando sabes que no tienes nada que hacer y has pasado así más de una semana. Se despertó de hecho sin nada que hacer, así que lo primero que tenía que hacer era pensar en que hacer.
Pero era difícil. Siempre lo era.
Y no podía simplemente salir ahí fuera y hacer algo, tampoco podía quedar con nadie, porque no había nadie a quien conociera cerca. Este era el precio de no querer ceder y de no haberlo hecho nunca en el tiempo que llevaba en esa ciudad, incluso en su antigua casa, en su antiguo pueblo, con sus antiguos y únicos amigos hacía pocas concesiones.
Se despertó cansado de no estarlo. Cansado de llevar días sin hacer nada, alargando un día de descanso que realmente necesitaba y del que jamás supo como reponerse.
Era fácil caer en ellos. Tan fácil, como difícil era despertarse de la cama durante esos días. Aún así se obligo a ello. Mucho más tarde de lo que debería, aunque hablar de deber cuando no tiene nada que hacerse es bastante absurdo.

Se arrastró al baño, y nada más entrar se miró en el sucio y oscurecido espejo que había enfrente del lavabo. No encima, es decir, si querías lavarte los dientes y verte la cara tenías que dar la espalda al grifo. Allí vio lo mismo que llevaba viendo siete días, solo que con más barba y, sorprendentemente con ojeras, a pesar de que no durmiera menos de diez horas por día. Agua en la cara, un lavado de dientes rápido y fuera de ahí. Pensó, pensó muchas cosas a decir verdad, pero en ese momento justo pensó fugazmente en hacerse algo de desayunar, aún así no tenía ninguna gana de ello. Lo siguiente en lo que pensó fue en salir a la calle, pero tampoco quería salir a la calle y no tenía ninguna excusa para hacerlo. Pensó en la gente que se podría encontrar si lo hacía y las pocas ganas que tenía de bajar. Y como los días anteriores, no lo hizo. Se quedó simplemente allí, mirando por la ventana de su cocina, por esa ventana que daba a ninguna parte y desde la que se podía ver el mundo, ligeramente por encima del resto de ventanas que le rodeaban, ligeramente por encima del resto de la ciudad, aprovechando una colina, una escalera construida de más, un desacuerdo en los planos de la vivienda, un comprador despreocupado y un inquilino que solo buscaba el alquiler más bajo y al que le daba igual tener un desnivel en la cocina de casi dos metros. Y arriba, donde había logrado meter una mesa y un par de sillas minúsculas, estaba ahora mirando, mirando el mundo.
Y esto sería todo lo que haría en todo el día, otra vez.
Solo dios sabe hasta cuando.